Feria de Abril

Cultura

Feria de Abril

La Feria de Abril, declarada Fiesta de Interés Turístico de Andalucía, constituye una de las señas de identidad más significativas de Mairena del Alcor, ocasión única en que la villa se identifica, se reconoce a sí misma dotada de personalidad propia. De la importancia, alcance y antigüedad de nuestra feria tenemos abundantes testimonios en los textos de los diferentes escritores e investigadores que a ella han dedicado su esfuerzo. Desde Washington Irving y Estébanez Calderón, pasando por Jorge Bonsor, Marcelino Pérez Calvo, Rogelio Marín, Eusebio Pérez Puerto, Andrés Morales, Antonio Oviedo y muchos otros, los textos publicados nos confirman en la importancia alcanzada por la feria de Mairena.  

Fue fundada en 1441 por concesión del rey Juan II de Castilla a Juan Ponce de León, señor de Mairena, para facilitar la repoblación del lugar facilitando el abastecimiento de productos y la movilidad de los ganados en la comarca. En 1757 por Real Provisión, se reforma su estructura estableciéndose las fechas definitivas de celebración los días 25, 26 y 27 de abril.

Su celebración en fecha tan temprana le permitía inaugurar el ciclo de ferias de la Baja Andalucía y servir de punto de concentración de ganados de toda la península para abastecer otros mercados posteriores.    Su lugar de celebración fue la calle Mesones y la explanada del Mercado situada delante de la ermita de S. Sebastián, abarcando todo el actual Paseo y  la Barriada. A ella acudían ganaderos y comerciantes de casi toda España. En este espacio se disponían varios centenares de puestos en los que se vendía una gran variedad de productos, desde alimentos (dulces, verduras, carnes, platos cocinados), ropas y adorno personales, hasta arreos para animales, herramientas y quincallerería, armas y juguetes.

El gran número de ganados y feriantes que acudían y el abundante dinero fácil que corría de mano en mano, atraía a jugadores, ladrones y prostitutas, que daban su buen trabajo a las fuerzas de seguridad. Para mantener el orden en el real se precisa la presencia de las fuerzas de justicia de la villa, un cuerpo de resguardo de una veintena de hombres dirigidos por el corregidor, y una fuerza semejante de tropas del ejército que todos los años era solicitada a la autoridad militar.

De su fama ofrecen buen testimonio los numerosos escritores y artistas que la visitaron,  entre los que destacaremos a los españoles Serafín Estébanez Calderón, Tomás Rubí, Manuel M. de Santa Ana, Gustavo Adolfo Bécquer y a los extranjeros Richard Ford, Standisch y W. Irving. Los artistas de la escuela costumbrista sevillana nos dejaron importantes obras inspiradas en la feria, como Valeriano Bécquer, Villaamil, Cabral Bejarano, Lameyer, Andrés Cortés, y el francés Blanchard.

En todos ellos encontramos descrito el alegre ambiente de la fiesta, en la que se consumían cientos de arrobas de ricos caldos, la brillantez de los bailes, los paseos de caballos y la riqueza de los ricos trajes lucidos, que en palabras de Estébanez, marcaban la moda en el vestir andaluz. Una feria que sabía ser la más alegre y bullanguera de las fiestas amén de excelso mercado.

La administración de la feria corrió a cargo del duque de Arcos durante la segunda mitad del s. XVIII y del Ayuntamiento en el s. XIX. A lo largo de los años se fue desarrollando toda una legislación específica de la feria recogida en numerosas reales disposiciones, autos y bandos que constituye un modelo legislativo preciso. Desde la segunda mitad del s. XVIII la reglamentación de Mairena alcanza unos niveles de eficacia y flexibilidad que le permiten dirigir el complejo entramado comercial y festivo de una feria de gran envergadura, aunando los intereses de ganaderos, vendedores, Cabildo Municipal y Real Hacienda, siempre difíciles de conciliar. 

Hasta tal punto esta fórmula, especialmente en su apartado fiscal, llegó a tener éxito, que garantizó la primacía de Mairena durante un siglo, hasta la creación de la feria de Sevilla, sirviendo como modelo para la creación o reforma de otras ferias. Esta estructura se fue extendiendo poco a poco siendo aplicado en poblaciones como Villamartín, Écija o Sevilla.

El mercado de ganados es sin duda el eje central de la feria. El diccionario de Pascual Madoz, en el artículo dedicado a Mairena del Alcor recoge: «En los días 25,26 y 27 de Abril se celebra la famosa feria que lleva el nombre de la villa a la que concurren en dichos días los traficantes de todas las provincias de España, a proveerse especialmente de ganado de cerda caballar y lanar y utensilios de labor».

Un paso más se aventura en la Enciclopedia Mellado, una de las más completas publicadas en España en s. XIX, elaborados sus artículos por prestigiosos científicos, académicos y profesores universitarios, fue una de las extendidas y consultadas. En la voz Ferias, tras citar de pasada la de Madrid y otras, señala que las hay muy renombradas y cita varias del norte de Castilla, la mayoría ya desaparecidas cuando escribe el articulista. A continuación no puede dejar de escribir: «La muy renombrada de Mairena es anual, a principios de Mayo, acuden a ella todas clase de ganados pero principalmente excelentes caballos procedentes de las yeguadas de Córdoba y en general de toda Andalucía».   Por término medio acuden anualmente a la feria de Mairena durante la primera mitad del S XIX, entre 55.000 y 60.000 cabezas de ganado, procedentes de casi toda la geografía peninsular. Este ganado procede de casi toda la península. Estaban más representadas lógicamente las comarcas cercanas a Mairena. De todas las poblaciones de la Campiña encontramos un gran número de animales y compradores en la feria. También encontramos ganaderos procedentes de Castilla, Extremadura, Levante y Galicia. Para alimentar al ganado se disponía de los pastos de El Encinar y para abrevarlo, las aguas que discurrían por las atarjeas de los molinos.

En el real se instalaban, en tiendas de lona, unos 250 puestos y, si tenemos en cuenta que algunos conseguían burlar el registro oficial e instalarse en solares y casas particulares, la cifra podría ser más elevada. Estos puestos pueden ser agrupados en cinco categorías diferentes atendiendo al tipo de producto que se vende en ellos: 37 fondas y establecimientos de bebidas y comidas, 86 puestos que sirven alimentos, 46 que venden ropa, 43 puestos de arreos y objetos de madera y 38 puestos de quincallería y mercería.

Para tal cantidad de ganados y puestos se necesita un gigantesco espacio. El real de la feria abarcaba todo el espacio comprendido entre la ermita de S. Sebastián, la venta de Raga, en la zona denominada actualmente la Posada; la carretera, hasta la parada de autobuses delante de la antigua fábrica ASPA; el paseo de la feria, y la barriada del Calvario hasta el recinto actual de la feria. Lindaba con el pago del Celillo y los terrenos del actual polideportivo, la huerta del Prior. Ocupaba los terrenos próximos a la gasolinera, la cercaban las huertas de la actual calle

Benajete, que por entonces no era más que un camino con vallados hasta el arranque del camino de Gandul y Marchenilla, conocido popularmente como El Arenal. Finalmente la zona que hoy ocupan las manzanas de las calles Jesús y Ramón y Cajal se englobarían dentro del recinto.

Como mercado organizado contaba con una estructura administrativa establecida por el Ayuntamiento y supervisada por el representante de la Real Hacienda. En una casa alquilada al duque de Arcos situada en el real, se instalaba la oficina municipal, donde se tramitaba la documentación, se recaudaban las tasas y se registraba el ganado y los puestos establecidos. Para mantener el orden era precisa la ayuda de fuerzas del ejército, que remitía desde los cuarteles de Sevilla un grupo de 20 a 30 hombre para auxiliar a las autoridades locales en el mantenimiento del orden.

Sea como fuere, de lo que no cabe duda es que la fiesta, como celebración alegre y bulliciosa, formaba parte de la feria de Mairena como un elemento indisoluble, un componente de su propia esencia. Si los días de mercado de ganados se reducen a los tres oficiales de la feria  las necesidades de la fiesta obligan a establecer dos días de vísperas en los que la feria es pura y simplemente una fiesta. Tenemos por tanto una feria con cinco días de fiesta y tan sólo tres de negocio.

Buena parte de la alegría de la feria era debida al elevado consumo de bebidas alcohólicas. Algunos años encontramos cifras cercanas a las 100 arrobas de aguardiente y las 25 arrobas de licores. Las cantidades de vino consumido son aún mayores, pudiendo perfectamente alcanzar las 500 arrobas. Tal cantidad de alcohol asegura buena y alegre feria que queda lejos de un frío mercado de ganado.

Todos los escritores coinciden en su descripción de la feria en exaltar su ambiente general de alegre agitación, de algazara ruidosa y divertida. Palabras como estruendo, tumulto, alegría, diversión, bacanal y bullicio, parecen las más indicadas para describir el ambiente festivo.

Tan inseparable es el negocio de la celebración que los propios ganaderos al cerrar un trato manifiestan el acuerdo con expresiones de júbilo, disparando armas de fuego al aire y celebrándolo con unas copas en los múltiples puestos de bebidas establecidos en la feria. Que la diversión formaba parte de la feria mairenera queda fuera de toda duda. ¿Cómo explicar si no el enorme atractivo que supone para los forasteros que la visitan, para la muchedumbre que viene desde Sevilla, para los extranjeros que llegan a su real desde muy lejos atraídos por su fama?  

Toda clase de espectáculos se desarrollan en el real de la feria de Mairena destinados a divertir al público que acude al festejo. Estébanez nos reseña los títeres, payasos y cómicos que divierten al público con historias y cuentos jocosos, escenificaciones, chistes o juegos, los volatineros que hacen cabriolas, saltos y juegos malabares, las chirichinas, barracas de atracciones que llaman la atención del público con ruidos música y platillos y los pulchinelas, cómicos grotescamente vestidos.

El ejercicio ecuestre, señalado por los cronistas sevillanos como el primer entretenimiento celebrado en la feria de Sevilla de forma independiente del mercado, signo evidente de su carácter festivo, lo encontramos en Mairena con una década de antelación.

El baile se convierte en elemento central del conjunto de celebraciones y manifestaciones festivas de la feria. Aparece en todas las descripciones de la feria como un elemento imprescindible, que no deja de llamar la atención de los escritores, hasta el punto de recogerlo todos en sus textos con alguna cita. Las referencias al baile aparecen enmarcadas dentro de los artículos y poemas sobre la feria entre las descripciones del ambiente festivo general como una actividad que forma parte de las manifestaciones generales de la fiesta como la bebida, el juego y la diversión.

El juego, como una de las actividades lúdicas más extendidas y arraigadas en la población española del Antiguo Régimen, no podía dejar de hacer acto de presencia en la feria. La documentación constata la celebración de juegos de apuestas como naipes, reolinas, boliches, banca y monte, todos ellos prohibidos por las leyes del reino, como se recordaba en los bandos de buen gobierno emitidos por el Ayuntamiento en los días previos a la feria. Pero las propias autoridades se ven obligadas a reconocer la escasa eficacia de las diversas prohibiciones relativas a los juegos y los constantes esfuerzos conducentes a terminar con su práctica.

No podía faltar el amor dentro del conjunto de elementos de la feria concebida como una fiesta, como un lugar que, entre otras cosas, propicia el encuentro de hombre y mujeres al ofrecer ventanas sin rejas en una sociedad tan cerrada en estos aspectos como es la andaluza de principios del S. XIX. Y la relación romántica, los requiebros y seducciones se compaginan en el real y se recogen en las páginas de los poetas que describen la feria.  

El esquema desarrollado en Mairena entre 1750 y 1850, en el que se mezclan sus dos componentes esenciales, el mercado y la fiesta, con un conjunto de normas, reglamentos y modos de funcionar propios, sirvieron como modelo a muchas ferias de la comarca, entre ellas la de Écija, Villamartín, Osuna y la propia Feria de Abril de Sevilla.

La Feria de Abril sevillana, que se inaugura en 1847 por iniciativa de José María Ibarra y Narciso Bonaplata, sigue fielmente el modelo de Mairena, tanto en su organización como en la disposición del real, el sistema de mercado, las tiendas, las reglamentación, el sistema de seguridad, los abrevaderos y pastos para el ganado e incluso la distribución espacial del recinto. 

Los cronistas sevillanos reconocen esta inspiración en la feria mairenera a la hora de organizar la de Sevilla, tomándola como modelo de organización. No en vano Santiago Montoto reconoce, refiriéndose a la feria mairenera que «Este fue el modelo que tuvo Sevilla ante los ojos al crear su  Feria», y Gil Gómez Bajuelo señala que «Se inspiró la feria sevillana  en  la de Mairena, la del bello pueblo de alcor nos sirvió de boceto… Mairena tiene el orgullo de haber sido madre de la feria sevillana y haberle legado sus características regionales».  

Gil Gómez Bajuelo apunta además un propuesta que hasta ahora no ha sido recogida por las autoridades: «Los sevillanos debemos estar reconocidos a Mairena y no estaría de más que un día nos trasladáramos todos al blanco y pulcro caserío para inaugurar una sencilla placa…que hiciese constar que Mairena fue el limpio espejo donde Sevilla se miró para alumbrar la feria que habría de pasear su nombre por el redondel del planeta».

Cada pueblo tiene su imagen, sostenida entre tópicos y realidades, de la que los primeros no son más que una superficial impresión forjada de arquetipos, visiones ligeras e imperfectas, superficiales, de la verdadera naturaleza de la comunidad. En muchas ocasiones esta imagen ha sido forjada por los viajeros al transmitir al público sus impresiones y experiencias. 

Cuando la Guerra de la Independencia puso de moda España en Europa, nuestra tierra recibió una riada de viajeros llegados tras los pasos de las tropas de Napoleón y Wellington. Gibraltar, con su activo tráfico comercial con los puertos andaluces, facilitaba el acceso de estos viajeros al interior, especialmente a Sevilla. Estos viajeros difundieron por toda Europa lo exótico del paisaje y la cultura de España, fijando en la mente de los europeos una determinada impresión de nuestra tierra, una imagen, edulcorada y tópica que, en buena medida, se ha mantenido con el paso del tiempo.    Se identifica Andalucía en el s. XIX como un región con personalidad propia en la que destaca el  valor agrario, la importancia del campo en la configuración de una identidad, de una esencia  cultural. El campo andaluz con sus grandezas y miserias ha sido el eje central sobre el que se ha forjado el carácter andaluz. El mejor escaparate de este campo es la feria donde confluyen sus productos. El pueblo andaluz se ve reflejado con pureza y claridad en la visión de una feria de ganados como exponente de los frutos, del esfuerzo cotidiano del pueblo andaluz. En la compra y venta de los productos, en su ajetreada actividad, entre animales, tenderetes, y puestos, aperos, frutos, comidas y arreos, se negocia el fruto y las esperanzas de un año de esfuerzos. 

Y se hace con alegría. El trato de ganados se cierra con una copa de vino, la ocasión ofrece un alto en la dura  temporada agrícola para festejar y olvidar, por unos días, la dureza del trabajo que aguarda. No en balde la feria de Mairena fue definida como el alegre mercado de Andalucía. Andalucía, es para los viajeros que la visitan, un mundo rural y alegre. En la imagen forjada por los viajeros Andalucía es la bebida, el jaleo, la diversión, el cante, el baile, en esencia, la fiesta. 

Y por su fama, su grandeza, antes que la feria de Sevilla, la de Mairena, había contribuido a fijar esa impronta de lo andaluz. Cuando en la primera mitad del s. XIX Andalucía se pone de moda en Europa y sus costumbres se pregonan a los cuatro vientos como esencias de lo español, todavía no existía la feria de Sevilla. Por el contrario la feria de Mairena se encuentra en pleno esplendor, reuniendo ganados y visitantes de toda la península, atrayendo a artistas, nobles y escritores de toda Europa. Y es en el real de Mairena donde se forja esta imagen. 

En esos momentos pocas fiestas gozan de la popularidad, la fama y el renombre de nuestra feria, a la que Estébanez Calderón considera modelo donde se dicta la moda en Andalucía y refugio de la esencia andaluza: «...así como Mairena será siempre la universidad de los trajes y costumbres de Andalucía en toda su pureza, sin mezcla ni arendajos de vestimentas ni de usos advenedizos de allende el mar, ni allende los Pirineos... No hay miedo que tu suelo se mire profanado en aquellos días por costumbre, uso o traje que no sea  andaluz de todo en todo y por sus cuatro costados y abalorios».

Cabe a Mairena el honor de haber sabido conservar las costumbres populares fuertemente arraigadas, que se resiste a la invasión de las modas foráneas, el casticismo, la esencia del pueblo andaluz que se manifiesta en la feria en sus más puros y delicados matices. Desde el momento en que la feria de Mairena recoge los elementos fundamentales de la esencia andaluza, puede contribuir a crear una imagen real eficaz y adecuada de nuestra región.  

En esta línea Estébanez Calderón exalta la pureza de la feria de Mairena, la pujanza de las viejas costumbres plenamente mantenidas en el festejo y la fuerza con que se defiende y conserva todo lo que constituye sus más íntimas raíces culturales. Un admirador de la cultura popular como Gustavo Adolfo Bécquer, en su artículo  La feria de Sevilla, publicado en el periódico El Museo Universal de Madrid, se queja de la pérdida del sabor popular, especialmente en los trajes y recuerda con cariño la feria de Mairena: «Entre los verdaderos conocedores de las costumbres andaluzas en toda su pureza, entre los que buscan con entusiasmo las escenas y tipos y recogen con afán los cantares y pintorescos del lenguaje que revelan la genialidad propia de un pueblo tan digno de estudio, nunca se borrará el recuerdo de aquellas renombradas ferias de Mairena y Ronda....». 

En la imagen de Europa de principios del s. XIX España en general y Andalucía en particular, aparecían como el crisol cultural que conservaba íntegramente los elementos culturales y artísticos que tan hondamente habían calado en la identidad popular tras ocho siglos de presencia islámica. Punto fundamental de la concepción decimonónica de Andalucía es el concepto de la creación o herencia islámica. Para los viajeros europeos Andalucía ofrecía la experiencia del mundo islámico sin cruzar el Estrecho. Es quizás uno de los rasgos específicos de nuestra diferencia respecto al resto de Europa, nuestra profunda herencia islámica, asimilada sin complejos.  

Y si una celebración resume, ante los ojos foráneos, las características más señeras de la impronta islámica, es sin duda la feria, que por su ambiente caótico, el tumulto, los ganados,  las tiendas dispersas, los trajes de fiestas y los bailes, es la imagen más próxima que los viajeros tienen de un ambiente musulmán. W. Irving encuentra rasgos islámicos en el paisaje y el ambiente general de la feria, que «…parece un campamento árabe o morisco después de una correría». Y Estébanez Calderón profundiza en esta línea, alcanzado elementos más concretos que demuestran la vinculación cultural de la feria de Mairena con esa parte de la esencia andaluza procedente de la herencia musulmana, como los dulces, los atavíos típicos o el propio nombre de la villa que le suena, sin aventurarse mucho, como manantial o fuente: « ¡Ay Mairena; ay Mairena del Alcor, si tu nombre en la lengua de los moros recuerda "agua de la fuente».   

Esa es la Mairena de la primera mitad del s. XIX, una población arraigada en su tradición y fiel a unas líneas que se incardinan en lo más profundo de la cultura andaluza, que se está abriendo en esos momentos a la contemplación de cuantos se asoman a admirarla. No es extraño que produzca esta admiración, si la feria de Mairena compendiaba toda la esencia de la Andalucía que buscan los forasteros y los escritores costumbristas. 

Del tipismo de la feria de Mairena es buena muestra el hecho de su elección por tantos autores para representar el carácter andaluz, una muestra de la cultura de esta tierra. Cuando los autores costumbristas realizan un repertorio de cuadros, temas populares, elementos característicos de costumbres y realidades  representativas de nuestras tierras, la feria de Mairena no puede faltar, con sus alegrías y protagonistas, sus anécdotas e historias miles, para ilustrar la alegría y la fuerza de una feria andaluza.

Tomás R. Rubí la escoge como marco de referencia para el trato de chalanes entre sus poesías andaluzas; Santa Ana la canta en una obra titulada  Costumbres Andaluzas; Estébanez la sitúa entre sus Escenas andaluzas, sin la cual parece que algo falta en el conjunto de impresiones y escenas para recoger un panorama completo de lo andaluz. Lo mismo hace Pérez Villaamil al incluirla en su repertorio de vistas típicas de España. Un buen número de pintores de la escuela sevillana la eligen como motivo de su obra artística; viajeros como Ford, Irving y Standish la exaltan en sus libros e  incluso un estudioso francés de nuestras costumbres como Cuendias la escoge como ejemplo de fiesta en su obra sobre las costumbres y trajes españoles. Cuando ocurre esto no queda más remedio que reconocer la importancia de la feria como representación del carácter andaluz.    Por todo ello la feria Mairena aparece como un compendio depurado de la esencia de lo andaluz: el mundo rural, la alegría desbordante de la fiesta, los trajes y costumbres típicas y la herencia islámica. Esta idea fue ya expresada por uno de los más importantes escritores costumbristas, Estébanez Calderón, en su obra  Escenas Andaluzas, que podemos usar como colofón: «Pero en tu feria, ¡OH Mairena!, es donde se compendia, cifra y encierra toda la Andalucía, su  ser, su vida, su espíritu, su quinta esencia».    

Todo ello explica que la Feria de Abril de Mairena del Alcor fuese declarada en noviembre de 2000, Fiesta de Interés Turístico Nacional de Andalucía, por la Consejería de Turismo y Deportes de la Junta de Andalucía, reconociendo la antigüedad la celebración, que cada mes de abril abre el calendario de ferias de Andalucía, su gran bagaje de tradiciones y costumbres andaluzas, su singularidad y su contribución a la cultura andaluza.   Aunque el tradicional mercado de ganados que le diera fama hace ya décadas que desapareció. El desarrollo del comercio a partir del s. XIX y la extensión de los ferrocarriles contribuyó a la desaparición de las ferias. La creciente mecanización de las actividades agrarias produjo la desaparición del ganado como animal de labor necesario para el trabajo del campo y los modernos medios de transporte  acercaban  a los mercados de consumo los productos con una velocidad y eficacia inigualables. Las ferias basadas en el comercio de ganados, cayeron por el impacto de la mecanización en las primeras décadas del s. XX, aunque su retraso en Andalucía, permitió a algunas, como la de Mairena, mantenerse hasta la década de los 50. 

La feria de Mairena, al igual que la mayor parte de las restantes, quedó reducida a sus aspectos festivos, marginando hasta desaparecer el mercado de ganado que le había dado origen. La feria se convierte en un acontecimiento ligado al ocio y el entretenimiento, una manifestación de los valores propios y andaluces y un excelente reclamo turístico para Mairena y la comarca. En el llamado paseo de la Feria, hoy convertido en parque público, se levantaban casetas, se instalaban tómbolas, barracas y atracciones infantiles que flanqueaban una amplia avenida central de paseo.

El intenso crecimiento de la población, la incesante llegada de visitantes foráneos y el crecimiento de la actividad de la feria obligan en 1982 a trasladar la celebración desde el paseo tradicional hasta su actual ubicación, el recinto ferial Alcalde Antonio Delgado. Se trata de un espacio de 11.000 metros cuadrados, donde se ubican 47 casetas, públicas y privadas,  todas ellas de estructura metálica permanente, distribuidas en cuatro calles a las que hay que sumar la llamada "del infierno", repleta de atracciones, tómbolas y establecimientos diversos.  Exornan el real 45.000 bombillas de colores, más de 32.000 flores de papel y 14.000 farolillos. Las estimaciones efectuadas calculan en cien mil las personas que visitan el real cada año.  

José Manuel Navarro

El tradicional paseo de caballos cuenta cada vez con más seguidores, tanto locales como foráneos asistiendo gran número de jinetes y carruajes desde Jerez y Sevilla que usan la feria como preparación para la de Sevilla. El paseo está supervisado por una sección montada de la Guardia Civil cuya actuación se ha convertido en un singular espectáculo de cierre.  Para atender a esta gran afluencia de público, que multiplica por 5 la población de hecho de la villa, un centenar de efectivos, entre sanitarios, miembros de protección civil, bomberos y fuerzas municipales y de la Guardia Civil garantizan la seguridad y el orden en el real. 

Hoy como antaño la feria de Mairena sigue abriendo la temporada festiva en la Baja Andalucía, fijándose su celebración, por acuerdo de  las respectivas corporaciones municipales, en la semana anterior a la feria de Sevilla, como reconocimiento a su antigüedad. Un conjunto escultórico con una pareja a caballo en bronce, obra de los artistas maireneros Antonio y Jesús Gavira, sobre una gran fuente de ocho chorros, uno por cada provincia andaluza, rinde merecido homenaje al glorioso pasado de una feria que sabe llevar con orgullo el honor de ser la primera de Andalucía, de representar los más puros valores del ser andaluz y haber sido madre de la sevillana Feria de Abril.  

Carteles de la Feria de Abril de Mairena del Alcor